Hay ancianos, de bajas y ya rebajadas pensiones, que sufren la ignominia de no poder dar mejor regalo navideño a sus nietos.
Y piensas: ¿por qué?
Y te viene a la cabeza la imagen de la cría de oso huérfana por la gracia, quizá furtiva, del excelentísimo Borbón. Tampoco olvidas Hemingway y el desencadenar de un gatillo esparciendo sus premiadas vísceras por una pared. Y recuerdas jóvenes coléricos serpenteando por el distrito londinense de Clerkenwell a ritmo de Oi!. Mientrastanto, brota inconscientemente en tu memoria la imagen de un cuadro de Turner que se funde lentamente entre humo y paisaje.
El mundo enmaraña una imagen triste y confusa,
pero basta más que la lógica para desenterrar una idea.
Y ésta parece la forma más difícil de no decir nada.
O de hacerles creer que eres capaz de superarlos.
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