Cuando era pequeño
recuerdo largos paseos
y tardes de rodillas ensangrentadas.
Parecía no correr el tiempo
y sonreír era la única premisa.
Y ahora
lágrimas desfilan por mis surcos,
aún jóvenes,
cada noche.
Y tengo miedo.
Quizás ante la nada.
Ante la inmensidad de la muerte.
Ahora me toca apagar las luces.
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