Esta sociedad impuesta es el despecho
del indigente que huye del revisor del tren,
del paria que madruga para fichar en una fábrica,
del erudito que muere y no deja huella,
del joven que pregunta y no encuentra respuestas.
Pero tenemos panem et circenses,
y sobredosis de fábulas
de prometedores castillos,
que luego son esquelas,
por la gracia de un gatillo
incapaz de saciar
la eterna duda de
"¿Quién soy yo?".
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