miércoles, 15 de enero de 2014

Capitabismo

La vida del hombre medio
no vale nada
cuando el dinero
es el único medio de vida
que le agrada.

Cierre a los CIEs

Personas que su único "delito" ha sido migrar a otro país alentados por un futuro más esperanzador. Recluidos como animales; sin los mismos derechos que cualquier ciudadano; vejados por la policía, que aprovecha su inexistente estatus legal para excederse en palizas e incluso asesinatos, como si quisieran convencerlos de que solo con su repatriación conseguirán redimirse de este calvario. Todo esto sucede a escasos kilómetros de donde tuvo lugar el Fórum de las Culturas, que quiso dibujar a Barcelona como una ciudad plural y multicultural, de la que todavía hoy se vanaglorian muchos políticos.

¿Multiculturalidad? 
¿Integridad moral? 
¿Conciencia social? 

Basta ya de tanta hipocresía. Es deleznable que los medios de comunicación y la casta política hablen de las virtudes de Mandela en su lucha contra el apartheid mientras los controles callejeros policiales por el simple color de piel están a la orden del día; mientras encarcelamos a los inmigrantes pobres pero abrimos de par en par las puertas a cualquier inmigrante con un suculento capital. 

¿Cuántos políticos o medios de masas se han preocupado por los cientos de heridos y muertos en la valla de Melilla? 

¿Cuántos han hecho caso a las interminables huelgas de hambre de los inmigrantes reclusos en su lucha por los derechos humanos? 

¿Cuántos han dicho que las muertes de inmigrantes en CIEs han sido suicidios y no muertes ocasionadas por la policía sin que se llevase a cabo una investigación? 

Bajo la "objetividad" que dicen ejercer los mass media nos están desproveyendo de la empatía y legitimando esta lamentable faceta del ser humano. Nunca se aborda desde un enfoque ético el problema de la inmigración; solo se la recuerda en términos de espectacularidad y sensacionalismo. Da más audiencia la imagen de decenas de personas a la deriva en una patera con una madre portando a su hijo en brazos para soltar la lagrimilla fácil -y después olvidar la triste estampa- que plantear un verdadero debate crítico en torno a la deplorable situación de un colectivo tan marginado y olvidado por las instituciones públicas. 

Nadie está en condición de decirle a otra persona dónde está su sitio, por mucho que el paroxismo nacionalista y el miedo infundado a otras culturas acabe haciendo olvidar la única certeza de que 
españoles 
chinos 
palestinos 
o rumanos, 
todos somos seres humanos 
al fin y al cabo...